Eduardo Gómez se inició en Bitcoin en 2012, aunque no entendía bien en qué se estaba metiendo ni cómo cambiaría su vida.
De vuelta en su país de origen, Venezuela, el estudiante de informática que se encontraba en apuros se inscribió en una página para procesar miles de captchas a la vez manualmente, y recibió Bitcoin a cambio. Poco a poco, Eduardo se sintió intrigado. Vio cómo los empresarios de Bitcoin surgían a su alrededor mientras piratas informáticos inteligentes establecían operaciones de minería aprovechándose de la electricidad subsidiada, pero irregular, del país. Comenzó a leer más, a escribir más, y pronto se convirtió en una autoridad reconocida en todo lo relacionado con las criptomonedas.
A la larga, lo contrataría una compañía que les permite a las personas comprar cosas en Amazon utilizando Bitcoin. Cuando la situación en Venezuela se tornó invivible, la compañía de Eduardo lo ayudó a él y a su equipo de soporte a mudarse a Argentina. En un momento de euforia, Eduardo escribió:
“Bitcoin cambió mi vida por completo, a continuación, verán por qué. Hoy, 1 BTC vale 1 MIL MILLONES de bolívares (VEF), la moneda local de Venezuela. Me uní a este espacio para evitar que el gobierno decidiera mi futuro y mi soberanía económica por mí. Gracias a todos. Gracias, Satoshi”.
Aunque Venezuela se derrumbaba a su alrededor, Eduardo encontró una manera de zafarse de la gran miseria impuesta por el gobierno. Todavía se preocupa por su familia y amigos, pero está agradecido de haber tenido una opción. A diferencia de los tecno-libertarios y utopistas de Silicon Valley que afirman que Bitcoin nos salvará de la inevitable injerencia tiránica del gobierno, Eduardo siente que Bitcoin realmente lo salvó de la injerencia tiránica del gobierno. Él cree que también puede hacer lo mismo para otros latinoamericanos.
Desde su llegada triunfal a las conversaciones entendidas del público general, Bitcoin y su tecnología de blockchain subyacente han prometido revolucionar todo, desde el comercio hasta las votaciones.
Mientras que el blockchain parece estar cumpliendo su promesa, muchos se preguntan si Bitcoin alguna vez logrará actuar como una moneda viable en lugar de solo una reserva de valor o un activo especulativo.
Si bien a Bitcoin se le puede atribuir la creación de una nueva industria de la criptomoneda, en 2018 parece que todavía estamos lejos de comprar helados o pagar el parquímetro con Bitcoin, o cualquier otra criptomoneda, en realidad.
Si Bitcoin se convierte en un medio viable de cambio, América Latina parece ser el primer punto de entrada de la moneda en su viaje hacia la ubicuidad. En efecto, la larga historia de malas gestiones económicas de la región hace que la adopción de Bitcoin sea tanto una necesidad como un lujo.
Por ejemplo, cuando usted llega al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Caracas, verá una tasa de cambio oficial arriba de las casas de cambio, y podría verse tentado a cambiar sus dólares estadounidenses por la moneda local al precio que esté ese mes.
Tal vez incluso antes de salir del aeropuerto, alguien, posiblemente un taxista, se le acerque y le ofrezca una tasa de cambio completamente diferente y mucho más beneficiosa. Aunque el gobierno pretende controlar la tasa de cambio en el país de 30 millones de personas, se le dificulta controlar la tasa de cambio dentro del aeropuerto.
Si está comiendo en Buenos Aires y ofrece pagar con dólares estadounidenses, le alegrará saber que recibirá una tasa de cambio favorable para sus Benjamines. Sin embargo, una vez que saque un billete de su bolsillo, puede encontrarse en una discusión aparentemente sin sentido con el camarero sobre la calidad del billete y cómo los bordes ligeramente doblados resultan en una tasa más baja que la ofrecida inicialmente.
Finalmente, si llega a Quito, Ecuador como turista, estará encantado de ver que el país no tiene una moneda propia en circulación: el país ha utilizado el billete verde desde que la crisis financiera de 1999 destruyó el sistema bancario y la moneda del país. En un acto de desesperación, el país cambió al dólar estadounidense.
Su alegría puede convertirse en incomodidad después de que le pida a un taxista que le cambie un billete de $20, lo verá nervioso y probablemente le pedirá el cambio exacto. Pocas cosas son más difíciles en la capital andina que cambiar $20. Nunca tener la combinación correcta de billetes es una de las desventajas de no controlar su propio suministro de dinero.
Para el turista promedio, estos encuentros pueden resultar en confusión. Para los economistas, estos incidentes son a la vez tristes y desconcertantes: todos los peores escenarios de gestión monetaria que los estudiantes de primer año de economía estudian en sus libros de texto parecen cobrar vida en los países alimentados por el río Amazonas y sus afluentes, como una Narnia retorcida para los economistas.
Para las poblaciones locales de los países mencionados, el manejo de las monedas ha convertido a las personas comunes en comerciantes de divisas artesanales. Si bien son molestas, las monedas volátiles han existido desde tiempos inmemorables, y las personas ajustan su comportamiento para sobrevivir. Si desea comprar un apartamento en Buenos Aires, por ejemplo, se espera que llegue con el pago en dólares estadounidenses en efectivo. Será mejor que invierta en un buen maletín.
El acceso desigual a la tecnología a menudo significa acceso desigual a los beneficios de la tecnología.
A medida que las criptomonedas entran en su apogeo o su descenso, dependiendo de a quién le pregunte, América Latina ofrece el terreno de pruebas perfecto para la aplicación práctica de la tecnología. Específicamente, los argentinos y los venezolanos parecen ser el grupo de prueba para el uso de las criptomonedas como alternativa a las monedas nacionales inestables y de poca confianza.
En un mundo paralelo, tanto Argentina como Venezuela serían los países más ricos de la región, si no fuera por la tendencia de sus líderes a la mala gestión y la corrupción. Con reservas de petróleo mayores que las de Arabia Saudita, Venezuela debería estar en plena prosperidad. En cambio, su experimento con el socialismo ha resultado en más de dos millones de personas que abandonaron el país, una economía destrozada y una crisis humanitaria que amenaza la estabilidad regional.
La crisis actual de Argentina es mucho más compleja y, sin embargo, también más predecible debido a la historia de auge y caída del país.
A pesar del optimismo inicial expresado por los inversionistas extranjeros cuando un gobierno pro-mercado inclinado hacia la derecha llegó al poder en 2017, tal optimismo no se ha reflejado en el apoyo al peso.
El peso ha sufrido debido, entre otros factores, al fortalecimiento del dólar, la disminución de las reservas de divisas y la desconfianza de los inversores. La inflación causada por políticas pasadas de sobreimpresión de dinero para pagar la deuda local combinada con la eliminación de los subsidios a la energía por parte del gobierno actual significa que los argentinos no pueden estar seguros el lunes de cuánto valdrá su dinero el viernes.
La teatralidad de la política argentina tampoco inspira confianza, y las noticias de última hora a menudo enviar al peso en picada. Las historias de corrupción se desarrollan como telenovelas ganadoras de un Emmy.
Por ejemplo, los cuadernos recientemente descubiertos de un chófer del gobierno revelan que las empresas cercanas al actual presidente supuestamente pagaron sobornos a sus rivales resentidos del gobierno anterior. Independientemente de sus diferencias ideológicas, la clase política de América Latina a menudo está unida en su tendencia a la corrupción.
La naturaleza cíclica de la crisis monetaria de Argentina es lo que da cierta esperanza de que el país pueda convertirse en el primero en desarrollar un próspero mercado nacional de Bitcoin. Con un puñado de compañías basadas en el blockchain como Ripio, Buenos Aires tiene un porcentaje de empresas que aceptan Bitcoin mayor al de Nueva York. Para fines de 2018, Argentina tendrá más de 100 cajeros automáticos de Bitcoin, se espera que el número aumente a 1.600 para fines de 2019.
Para Agustina Fainguersch, una empresaria argentina que ayuda a empresas, incluyendo muchas de América Latina, como socia gerente de Wolox, a gestionar la transformación digital mediante la adopción de tecnologías como el blockchain, Bitcoin es una solución práctica para el argentino promedio que está tratando de sobrevivir.
“En Argentina, cambiamos pesos por dólares y luego hacemos lo contrario en el lapso de una semana”, dice. Dado que el peso ha perdido el 50 por ciento de su valor frente al dólar desde principios de 2018, la mayoría está cambiando dinero con el propósito de sobrevivir a corto plazo en lugar de ahorrar a largo plazo. “Muchos argentinos a menudo solo intentan asegurarse de tener suficiente dinero para cubrir los gastos básicos”.
Según Fainguersch, la ventaja que tiene Bitcoin sobre otras monedas es su creciente disponibilidad y, como tal, actúa como una alternativa al dólar estadounidense. Fainguersch ha visto cómo, a lo largo de algunos años, cada vez más argentinos pueden acceder a la criptomoneda y cambiar pesos fácilmente. “Mientras sea menos volátil que el peso, es atractivo. Los argentinos tienen una larga historia de navegar por la volatilidad”, señala Fainguersch.
Sin embargo, esa volatilidad también es un riesgo que coloca a Bitcoin en una situación de desventaja en comparación con el dólar estadounidense. También altamente disponible, el dólar es relativamente estable y relativamente fácil de cambiar, aunque no sin cargas ni riesgos, como billetes falsificadas, de ahí el valor extra que se les coloca a los billetes nítidos.
El futuro de Bitcoin dependerá de qué narrativas se conviertan en las meta-narrativas.
Para Matías Bianchi, politólogo argentino y el fundador del grupo pensador regional Asuntos del Sur, la demanda de Bitcoin en Argentina sigue un patrón familiar: como mucha tecnología que promete democratizar el acceso a algo, los beneficios de dicha tecnología probablemente terminen ayudando a unos pocos ricos a expensas de las masas con una suerte cada vez peor.
En el caso de Bitcoin, Bianchi opina que su adopción en Argentina está impulsada en gran parte por una clase adinerada que siempre ha buscado formas de subvertir las instituciones del país para proteger su riqueza y beneficiarse de actividades financieras especulativas. “Bitcoin permite que las élites rechacen las malas decisiones tomadas por el gobierno que ellos ayudaron a instalar”. Después de todo, el acceso desigual a la tecnología a menudo significa acceso desigual a los beneficios de la tecnología.
Para Bianchi, hablar de una alternativa a la moneda nacional son sandeces elitistas. Incluso si un porcentaje cada vez mayor de los argentinos usa Bitcoin, argumenta Bianchi, el 100 por ciento de los argentinos todavía necesita usar pesos. Como tal, desligarse del peso es un lujo para algunos, pero no una solución viable para todos. Según el punto de vista de Bianchi del mundo, Bitcoin es más como una cuenta moderna fuera del país que elimina la riqueza de la economía y traslada la carga del mal gobierno a los pobres. Es como tener una cuenta en las Islas Caimán en su teléfono, y en los países donde la corrupción abunda y la estabilidad es rara, esta tecnología está destinada a prosperar.
Para los venezolanos que llegan a la Argentina como el ya mencionado Eduardo Gómez, los problemas monetarios de su nuevo país no son desconocidos. Como se mencionó anteriormente, Eduardo era un estudiante en Venezuela cuando descubrió Bitcoin. A medida la economía venezolana se desplomaba, la minería de Bitcoin se convirtió en una actividad popular en un país donde todo está subsidiado, incluyendo la energía. Con el tiempo, el gobierno lo notó y tomó medidas al respecto, pero no antes de que una comunidad naciente de Bitcoin se formara.
Los gobiernos socialistas no democráticos tienden a reemplazar a las élites económicas con las élites que están conectadas a las fuentes de poder y, según Gómez, las personas con conexiones en el gobierno fueron tomando el control del espacio minero de Bitcoin. Venezuela incluso lanzó su propia criptomoneda, el Petro , cuyo valor está ligado a la producción petrolera. El Petro ha sido recibido con escepticismo por parte de los entusiastas de las criptomonedas, así como de los venezolanos promedio que han perdido la fe en que el gobierno responsable de sus problemas sea capaz de resolverlos.
Como se mencionó anteriormente, los venezolanos han estado abandonando su país en masa para escapar de la crisis totalmente provocada por el hombre que ha afectado a su país, y más de 130,000 se han asentado en Argentina. Gómez ve los paralelismos entre la situación actual de Argentina y la que dejó atrás en Venezuela, aunque siente que la crisis de Argentina es leve en comparación con la completa destrucción social sufrida en Venezuela.
En comparación con Venezuela, el comercio de Bitcoin en Argentina es mucho más fácil: los usuarios de ambos países usan LocalBitCoin.com para conectarse con compradores y vendedores para facilitar la conversión del dinero a y desde las monedas locales. El proceso es algo arcaico y no está exento de riesgos. A diferencia de Venezuela, en Argentina, muchos operadores de cambio de dinero también ofrecen servicios de cambio de Bitcoin. Mientras que, en Venezuela, los compradores y vendedores corren el riesgo de que el gobierno descubra sus actividades de Bitcoin y bloquee sus cuentas bancarias, en Argentina el gobierno está más preocupado por los individuos que no declaran sus ingresos o ganancias de capital.
Tanto Argentina como Venezuela han ofrecido las condiciones ideales para el desarrollo de las comunidades nacionales de Bitcoin, incluidos los dos ingredientes clave: energía subsidiada y monedas nacionales inestables.
Como resultado, ambos países se han beneficiado de la aparición de comunidades de desarrolladores centradas tanto en las criptomonedas como en las tecnologías habilitadas por blockchain. No obstante, es probable que ninguno de los países cumpla la fantasía de Bitcoin de reemplazar sus monedas nacionales, ni siquiera de estar por encima del dólar como alternativa a las inestables monedas nacionales.
Los casos de uso definitivos de Bitcoin tienen más probabilidades de aparecer alrededor de las estructuras de poder existentes. La gente rica en Argentina usará Bitcoin para esconder su dinero. Los corruptos funcionarios venezolanos encontrarán la manera de enriquecerse a costa de las masas en problemas. Dicho esto, si Bitcoin se vuelve tan estable como el dólar estadounidense, su uso como una reserva de valor seguirá aumentando.
También surgirán otras innovaciones: como Gómez apunta, el lanzamiento de la moneda de Coinbase en USD, una criptomoneda vinculada al dólar estadounidense, podría hacer mucho más fácil para las personas mover dinero entre dólares, pesos y bitcoins sin la necesidad de cargar efectivo en físico. Uno de los principales pensadores de Bitcoin de Argentina, Santiago Siri, ha propuesto al Banco Central del país que tengan el 1 por ciento de sus reservas de moneda extranjera en criptomonedas. Si bien es poco probable que el plan tenga éxito, las circunstancias desesperadas de Argentina han abierto la puerta a pensamientos fuera de lo común.
¿Es más fácil para la tecnología incorporarse al poder que para el poder incorporarse a la tecnología?
El surgimiento de Bitcoin como alternativa al dólar estadounidense no reducirá la necesidad de una política monetaria sólida, ni la estabilidad prometida por el dólar estadounidense será menos atractiva para el argentino o venezolano promedio que busca llegar a fin de mes en lugar de especular con sus ahorros. En cualquier caso, Bitcoin no reemplaza la necesidad de instituciones sólidas.
Por supuesto, si el presidente Trump logra controlar la Reserva Federal de los EE. UU. para comenzar a manipular la política monetaria en beneficio de su agenda política a corto plazo, el dólar estadounidense podría perder su atractivo. Hasta ahora, sin embargo, las instituciones estadounidenses parecen ser bastante resistentes frente al tipo de liderazgo intrusivo que los latinoamericanos conocen demasiado bien.
Aunque sus defensores continuarán promocionando la superioridad de Bitcoin con respecto a las monedas fiduciarias, el desafío final de Bitcoin es que es difícil de entender y, por lo tanto, será definido por las historias que contamos sobre él. En otras palabras, el futuro de Bitcoin dependerá de qué narrativas se convertirán en las metanarrativas: ¿Bitcoin se definirá por las historias como la de Eduardo Gómez, de personas que escapan de sistemas de tiranía gracias a Bitcoin, o los funcionarios gubernamentales corruptos que reciben sobornos en sus criptobilleteras anónimas, o los narcotraficantes que evaden la detección pasando de los pagos en dólares estadounidenses a las criptomonedas?
Hace más de 50 años, Marshall McLuhan escribió: “Los nuevos medios y tecnologías mediante los cuales nos amplificamos y ampliamos constituyen una gran cirugía colectiva llevada a cabo en el cuerpo social con total desprecio por los antisépticos”. Bitcoin es el ejemplo perfecto de una cirugía que estamos realizando en el cuerpo político sin entender necesariamente las consecuencias de largo alcance. Tenemos que considerar que tomar decisiones de políticas basadas en la promesa teórica de la moneda puede no resultar en un mundo mejor.
Al mismo tiempo, también deberíamos estar abiertos a repensar cómo funciona el mundo para empoderar a las personas a través de la tecnología. El desafío para democratizar las tecnologías es que deben asumir y superar las estructuras de poder existentes. En América Latina, las instituciones a menudo son débiles, lo cual es parte de la razón por la cual Bitcoin puede florecer allí: el veneno y el antídoto brotan del mismo pozo. Sin embargo, eso no significa que no haya intereses poderosos y resistentes que llenen los vacíos dejados por esas instituciones en crisis.
En última instancia, la pregunta para Bitcoin en América Latina y en otras partes del mundo es la siguiente: ¿Es más fácil para la tecnología incorporarse al poder que para el poder incorporarse a la tecnología? Argentina y Venezuela están poniendo esa pregunta a prueba. El mundo observa.